Frente a la crisis sanitaria, la respuesta autónoma del proletariado internacional

A lo largo de su historia, la especie humana ha sufrido muchas epidemias devastadoras, por ejemplo, las enfermedades epidémicas que tuvieron lugar en el Neolítico, la peste de Atenas, la epidemia de la viruela en el Imperio Romano y Egipto, la peste negra en la Edad Media, la gripe española, el tifus durante la revolución rusa, etc. Si las comunidades primitivas experimentaron enfermedades contagiosas, el contagio se mantuvo limitado por el relativo aislamiento de las comunidades. Sin embargo, desde el periodo neolítico, con la domesticación de los animales ha cambiado la relación de las pandemias con la especie humana. El crecimiento de la productividad agrícola permitió la creación de ciudades, la diferenciación social se exacerbo y con ello la formación de clases sociales con intereses antagónicos. Entonces, la aparición de epidemias se relaciona con las sociedades de clase en donde los intereses inmediatos de las clases dominantes se convirtieron en el motor de la producción, sin preocuparse en las consecuencias indirectas y futuras de sus acciones sobre la naturaleza. Sin embargo, la epidemia actual no es un fenómeno específico del modo de producción capitalista, sino que más bien éste amplifico dramáticamente sus efectos en el conjunto del planeta.

Esta epidemia revela, a los ojos de todos, la negligencia e incompetencia de las burguesías nacionales de todos los países para dominar la situación. En lugar de la coordinación global… la competencia, la presión, las mentiras de los Estados burgueses, y la impotencia total de las organizaciones internacionales, que supuestamente representan «el interés común y la solidaridad de las naciones» (OMS, ONU …). A pesar del inmenso avance en medicina en los siglos XX y XXI, en la mayoría de los países, el proletariado ha sido testigo de la incapacidad de la burguesía para administrar el sistema de salud y asumir racionalmente la protección de las poblaciones. Todos los gobiernos, cualesquiera que sean sus orientaciones ideológicas, buscan en primer lugar, preservar las relaciones sociales y políticas que garantizan la exacción máxima de la plusvalía, y la sumisión del proletariado al orden burgués. Bajo el pretexto de salvaguardar la salud de las poblaciones se han aplicado medidas de excepción que preparan al mismo tiempo, y en gran escala, disposiciones duraderas para empeorar las condiciones de existencia de estas poblaciones en términos de ingresos, tiempo de trabajo y desempleo. Medidas, que implican una regresión en términos de libertades democráticas. Incluso desde antes del episodio del coronavirus, cuando la lucha de clases se intensifico a escala mundial, la clase dominante ha desarrollado nuevos métodos de dominación sobre el proletariado, y ha tomado la iniciativa para que el proletariado pague los costos de esta crisis, haciendo todo lo posible para desmovilizarlo y contrarrestar sus reacciones clase.

Esta epidemia estalló al final del ciclo económico más largo de la historia moderna del modo de capitalista de producción. En ese momento la sociedad burguesa se encontraba preñada por una nueva crisis latente de sobreproducción, más amenazante aún que la del 2008 al 2009. Ante esta perspectiva, las burguesías de los países capitalistas avanzados utilizaron, mucho antes del estallido de la crisis sanitaria, todo su arsenal de instrumentos de política monetaria y fiscal para tratar de contenerla. La crisis epidémica se produjo antes de la eclosión de la crisis de sobreproducción, y precipito prematuramente la desvalorización de una parte del capital. Una gran parte de la producción y circulación de bienes se detuvo repentinamente, y el capital ficticio cayo considerablemente. Sin embargo, es necesario evaluar hasta qué punto la crisis actual puede desembocar en una crisis de sobreproducción, que la burguesía buscará cubrir con un velo sanitario, o en su defecto observar si las desvalorizaciones del capital hasta hoy realizadas la van a diferir.

De todos modos, ¿quién pagará la factura del endeudamiento sin precedentes de los Estados que entraron en pánico ante la idea del colapso de la sociedad burguesa? Principalmente el proletariado, quien va a estar sujeto aún más a la explotación para valorizar al capital, que está fuertemente desvalorizado por la crisis, produciendo un máximo de plusvalía a fin de reembolsar la deuda pública.

Indudablemente, en las grandes crisis mundiales se desnuda el carácter trágico de la división de clases. En estos momentos se revelan los límites históricos del modo capitalista de producción (MCP) que ha llegado a su término, como el último modo de producción basado en las clases sociales. Y se pone de manifiesto el único objetivo que tiene sentido frente a las consecuencias de la dominación del MCP es decir la necesidad histórica de su derrocamiento por parte de la clase explotada, o sea proletariado mundial. Sin embargo, desde su derrota en la década de 1920, el proletariado ha desaparecido como una clase independiente. Y si, posteriormente, pudo emerger en el seno de revoluciones que no rebasaban los limites burgueses, a pesar de su radicalidad, nunca logró afirmarse como una clase.

Por supuesto, la capacidad política del proletariado depende de las circunstancias, de su grado de preparación y de su energía para organizarse de manera independiente a escala internacional. Sin embargo, su capacidad histórica es permanente, porque está incrustada en el corazón mismo de la relación social que caracteriza al modo capitalista producción.

 Cuando la correlación de fuerza es desfavorable, para preservar su capacidad el proletariado debe encontrar bajo la bandera de la revolución en permanencia un medio de cooperación internacional que le permita defenderse de la mejor manera para proteger sus condiciones de existencia. Mientras se prepara para formar un partido político independiente y opuesto a todos los demás partidos en la sociedad burguesa.

Por lo tanto, para el proletariado mundial la crisis epidemiológica mundial es una circunstancia potencialmente favorable, ya que arroja simultáneamente a los proletarios de todos los países a una situación social y política común, que favorece la convergencia internacional de sus intereses comunes. En este sentido, las reivindicaciones que a continuación presentamos reflejan en estos momentos estos intereses. También creemos que estas reivindicaciones generales pueden formularse de una manera más específica y precisa en cada país en función de sus realidades políticas y sociales. Sin embargo, a pesar de que estas demandas están circunscritas en el marco de la producción capitalista, de la democracia social; su radicalización bajo la consigna de la revolución en permanencia puede dar pie a una presión social creciente y a las movilizaciones cuyo objetivo sea su satisfacción, lo puede llevar a un terreno de acción más general que permita al proletariado iniciar un proceso más de reapropiación de su capacidad política autónoma

Por ello proponemos a continuación una serie de reivindicaciones que en la coyuntura actual pueden favorecer la solidaridad internacional del Proletariado.

REIVINDICACIONES COMUNES

Defensa del salario, compensación por desempleo, pensiones de jubilación. Ingresos de base garantizados a los desempleados y otras poblaciones sin recursos, regularización de migrantes indocumentados, reducción del tiempo de trabajo sin reducción de salarios.

Sabiendo que la abolición del trabajo asalariado constituye el objetivo final del proletariado, como clase revolucionaria, su lucha especifica inmediata es la lucha por el salario. Pero el salario es sólo el precio de la fuerza de trabajo que cambia en torno a su valor, en función de la oferta y la demanda. El valor de esta mercancía también cambia con el tiempo de trabajo necesario para su producción y contiene un elemento histórico y moral esencial, producto de las luchas encarnizadas del proletariado en contra de los ataques constantes del capital.

Durante las crisis de sobreproducción, se contrae la demanda de todos los productos básicos, y existe una tendencia hacia la caída del salario inducida por el aumento de la sobrepoblación relativa y por las presiones ejercidas sobre la fuerza laboral activa.

Exigir el mantenimiento del salario durante la crisis sanitaria actual -que precipitó prematuramente la devaluación de una parte del capital- es obligar al capital a retroceder en su tendencia permanente a mantener un salario por debajo del valor de la fuerza laboral, y a contener su embestida en contra del salario en nombre de la pandemia en numerosos sectores de varios países. Esta crisis arrojo al desempleo parcial o total a millones de proletarios, y lanzo a fracciones completas de las clases medias más pauperizadas al ejercito industrial de reserva.

Contrariamente a las reivindicaciones exigidas por los partidos burgueses y pequeñoburgueses de la izquierda democrática, de «más justicia social» o «mejor distribución de la riqueza»; la batalla por el salario le permite al proletariado defender sus condiciones de existencia de manera independiente y al margen de las otras clases de la sociedad, y lo prepara para la realización de una amplia acción política independiente junto con sus hermanos de clase a escala internacional.

Autonomía en la gestión de las cotizaciones sociales (salario indirecto), acceso gratuito a la atención médica, control de los servicios de salud por parte del proletariado.

Los asalariados y la clase trabajadora son los que financian integralmente los sistemas de seguridad social existentes en los diferentes países del mundo, con diversos grados de protección. La clase capitalista -es decir las grandes empresas y sobre todo los pequeños y medianos capitalistas- protesta regularmente contra lo que llaman “cargos», junto con sus contadores. Y de manera constante exigen estar exentos del pago de las cotizaciones sociales, lo que constituye una presión permanente por parte de esta clase para reducir los salarios indirectos.

En varios países los sistemas de seguridad social están administrados de manera conjunta por los representantes de los capitalistas, de los trabajadores y del Estado, en una lógica de conciliación en favor del capital.  En todas partes, el Estado es llamado para cubrir los déficits de la seguridad social e intervenir cada vez más en su administración, para reducir los beneficios y las cotizaciones del capital, y desviar los fondos de la seguridad social hacia otros rubros del presupuesto público. Por lo que, estos mecanismos tienden a ocultar el hecho que las contribuciones sociales proceden únicamente de los salarios, al presentarlos como si provinieran únicamente de los impuestos recaudados sobre el capital.

Consideramos que la gestión autónoma exclusiva de las contribuciones sociales por parte de los representantes del proletariado deberá de ser una reivindicación prioritaria, ya que le garantizará a la población proletaria y sin recursos el acceso pleno a los servicios sociales como salud, agua potable, saneamiento, seguridad alimentaria, etc.

Medidas de protección a la salud en los lugares de trabajo y el transporte público.

Ciertamente, el virus SRAS-Cov2, cuando busca un huésped humano, no distingue entre las células de los burgueses y las de los proletarios. Esta es una de las principales razones por las que la burguesía se preocupa por las epidemias; situación que es aprovechada por los gobiernos burgueses para hacer llamados en favor de la unión nacional como si el virus estuviera por encima de las clases, cuestión que no es evidente.

Las clases movilizadas en la lucha contra la epidemia (diversos equipos de personal sanitario) y aquellas que deben dedicarse a la producción material de las mercancías esenciales para evitar el colapso de la sociedad (alimentación, energía, transporte, comunicaciones, …) y también los que representan al Estado burgués para hacer cumplir sus leyes (policía en particular) se encuentran mucho más expuestos que aquellos que están confinados.

Como parte de esta población sobreexpuesta, el proletariado es el más desfavorecido ya que es mayoritario y el menos protegido; debido a que suelen habitar en las grandes ciudades y sus suburbios, en barrios miserables y sobrepoblados y en viviendas reducidas, situación que favorece la promiscuidad y los coloca en primera línea en el uso cotidiano de los transportes públicos que están abarrotados en las horas pico.

Ademas, las medidas de confinamiento aplicadas en los diferentes países buscan proteger sobre todo a las clases más acomodadas, en la medida en que su actividad está ligada al teletrabajo (o empleo digital). Mientras que los trabajadores de la industria, del transporte, de la logística, de la construcción civil, de los supermercados, etc. están cínicamente expuestos, puesto que sus actividades no son esenciales.

 Entonces, es muy importante reivindicar la aplicación, en los lugares de trabajo y en los transportes, de medidas de protección y distanciamiento reales y eficaces. Es necesaria la distribución de cubrebocas a todos aquellos que trabajan fuera de casa, garantizar el derecho de retiro y sancionar a los patrones que lo rechacen y que chantajean con despedir a los trabajadores, derogar las leyes de excepción que lo prohíben, demandar que el COVID-19  sea reconocido como enfermedad profesional. E impulsar la autoorganización del proletariado para hacer cumplir las normas sanitarias. 

Defensa de las libertades de expresión, asociación y manifestación.

En muchos países, la crisis sanitaria actual sirve de pretexto para restringir aún más las libertades individuales, para acostumbrar a las poblaciones a un sistema autoritario de represión que castigue y vigile cuidadosamente todo comportamiento que no se someta dócilmente a la autoridad del Estado.

El proletariado no es el único que sufre las consecuencias de la crisis, también las clases medias las sufren y alzan sus voces en contra de la situación. Pero no hay que hacerse ilusiones, la situación actual pone en evidencia lo que quiere la clase dominante: la aplicación de leyes de excepción en nombre de la «seguridad», preparar la represión y vigilar estrechamente todo movimiento autónomo del proletariado, en la medida que para la burguesía es la clase «peligrosa» por excelencia que conoce la historia de la lucha de clases

Generalización de un impuesto sobre la renta altamente progresivo

Con frecuencia, el socialismo burgués y pequeñoburgués reclama un impuesto sobre la fortuna. Aunque es un impuesto directo, su base es en gran medida nominal (acciones, bonos del tesoro, por ejemplo) y compleja. La burguesía y los sectores más ricos de la sociedad siempre encuentran en las complicaciones burocráticas y en las ventajas fiscales los medios para reducir o incluso anular este impuesto. Por lo tanto, éste es muy ineficaz en comparación con el rendimiento ideal esperado.

Ahora bien, siempre y cuando el patrimonio esté correlacionado con la renta y la renta con el patrimonio, se obtendrá un mejor resultado si se aplica un impuesto muy progresivo sobre la renta, incluida la renta del patrimonio, sin burocracia adicional y sin crear distorsiones. Por lo que, en lugar de los impuestos progresivos moderados que actualmente están vigor y los impuestos indirectos, que representan la mayoría de los ingresos fiscales. El proletariado deberá de reivindicar la fijación de un impuesto fuertemente progresivo, hasta el punto en el cual se confronte con la propiedad privada

Supresión de impuestos indirectos

Los impuestos indirectos hacen que la carga fiscal sea más opaca y oscurezcan las relaciones sociales; con lo cual la burguesía mantiene la ilusión de que su carga fiscal se distribuye de manera específica en cada clase. Existe una multitud de ejemplos de este tipo de impuestos: los impuestos sobre el consumo, los impuestos sobre el valor agregado, los impuestos sobre las transacciones financieras y aquellos de carácter moral (tabaco, alcohol, …).

La cuestión aquí es que el proletariado, las clases medias modernas (asalariadas) y antiguas (pequeños burgueses, pequeños campesinos…) deben ser capaces de calcular lo que les cuesta el Estado y lo que la burguesía les hace pagar en forma de impuestos, y percibir así de mejor manera clara las relaciones sociales. La reducción de los impuestos indirectos sin suprimirlos equivale a la reducción de los impuestos en general, y ambas reivindicaciones se sitúan en el terreno de la lucha interclasista, que les interesa a la burguesía y, sobre todo, a la pequeña burguesía, que no aportar casi nada a la lucha del proletariado. En lugar de todos estos subterfugios interclasistas, el proletariado debe reclama la supresión de los impuestos indirectos un impuesto fuertemente progresivo sobre la renta.

¡¡PROLETARIOS DE TODOS LOS PAISES UNÍOS!!

Robingoodfellow